viernes, 2 de mayo de 2008

Pesca vs. Acuicultura: ¿Cuál es más sustentable?

En Chile, de un tiempo a esta parte una gran cantidad de proyectos I+D en acuicultura han sido financiados por el FONDEF, y hoy en día a través del programa HUAM (“Hacia una Acuicultura de Nivel Mundial”). Aunque algunos pueden llamar innovación al hecho de cultivar una especie difícil (e.g. merluza del sur) o en propiciar el cultivo de nuevas especies para diversificar la industria, todos estos proyectos han justificado de alguna u otra manera que los problemas de la pesca asociados con la sobreexplotación y el riesgo latente de colapso no garantiza o asegura la sustentabilidad, ni la provisión de alimento (ver por ejemplo la justificación para el cultivo del atún en el norte de Chile).

Sin embargo, la pesca -cuando se desarrolla en forma apropiada-, es probablemente una de las actividades que puede llegar a ser ambientalmente amigable y la más segura en la producción de alimentos para la humanidad; y por ende, ecológicamente sustentable en comparación con la acuicultura y la agricultura. En efecto, el uso sustentable de los recursos no pasa por masificar la acuicultura, ya que esta última tiene el potencial de degradar el ambiente marino por el uso intensivo del mismo, destrucción del hábitat de otras especies, polución y contaminación, y la degradación genética de los stocks de peces silvestres (A propósito, es urgente que la acuicultura salga de la zona costera!).

Puede que haya estado mirando en lugares equivocados, pero la actividad misma del cultivo de peces carnívoros comercialmente valiosos impone una presión adicional sobre recursos que son capturados masivamente para la elaboración de harina de pescado. La transferencia no es eficiente ya que el rendimiento de un kilogramo de pescado para producir harina no es alta, requiriéndose varios kilogramos de peces capturados para producir un kilogramo del pez cultivado (p.e. salmón, a propósito en el cultivo del salmón hoy se mira al krill). La actual dependencia de la pesca por lo tanto no justifica el cultivo de peces carnívoros, y aunque sí pueda justificarse económicamente, a la larga se constituye en una actividad que no es sostenible (y digo sostenible en vez de sustentable).

Es cierto, en muchos foros se escucha a menudo la experiencia de los efectos de la pesca en exclamaciones como la siguiente (precedidas por un suspiro triste): “¡Recuerdo que hace tiempo era normal encontrar peces de gran tamaño en comparación a los que se están capturando hoy en día!”. Otro sentimiento se refiere al número de peces más que al tamaño de los peces: “¡Antes se pescaba en abundancia aquí cerca del puerto, ahora hay que buscar los peces muy lejos!”. Bien, para quienes no conocen de la dinámica de poblaciones explotadas, la expresión de tales sentimientos produce en la gente común y corriente aversión a la pesca, sobre todo si ésta es industrializada: “¡Los industriales pesqueros, los depredadores del mar!”. La realidad, como en otros aspectos de la vida, enseña que es imposible aprovechar un recurso prístino y mantener en forma simultánea los altos rendimientos de pesca iniciales y el tamaño de los peces. ¡Esto simplemente es inevitable!

No obstante, aunque en el pasado se cometieron grandes errores (hasta mitad del siglo XX aún se creía que los recursos marinos eran inagotables), en nuestros tiempos se tiene la experiencia y conocimientos suficientes acerca de los efectos de la pesca sobre las poblaciones y ecosistemas. No me cabe duda que el Código de Pesca Responsable, la Aproximación Precautoria, el Enfoque de Manejo basado en el Ecosistema, y las herramientas de manejo que hoy se están desarrollando, seguramente permitirán hacer de la pesca una de las actividades más sustentables y saludables en el mediano plazo. En este contexto, la acuicultura definitivamente no reemplazará a la pesca, y espero que ambas sean actividades sustentables.

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